El 17 de octubre de 2019 es y será conocido como el Jueves Negro, no sólo para Culiacán, sino para Sinaloa, México y el mundo.
Seguramente cada año se escribirán las reseñas de lo ocurrido ese día en la capital sinaloense, cuando las fuerzas federales, encabezadas por el Ejército y la Guardia Nacional, decidieron abortar la misión de la captura de Ovidio Guzmán López, hijo del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, para salvaguardar la integridad de los ciudadanos.
Cada Jueves Negro leeremos los recuerdos de miedo de quienes quedaron atrapados en el fuego cruzado. Cientos de historias no contadas y muchas más conocidas en los días posteriores a este histórico y doloroso episodio. Veremos de nuevo las imágenes de niñas, niños, hombres y mujeres corriendo en busca de refugio para escaparse de las balas.
Leeremos el testimonio desgarrador de quien perdió a un familiar por el injusto azar de estar en el momento y lugar equivocados, porque los disparos quitaron la vida a José Arturo y José Nicolás, jóvenes trabajadores asesinados en medio de los enfrentamientos.
Sí, ese Jueves Negro perdimos todos: gobierno y sociedad, sociedad y gobierno fuimos derrotados. Fuimos heridos todos y agraviados en nuestra confianza. En nuestra esperanza. La derrota es moral y es de todos. No hay duda de que nuestra historia será un antes y un después. Hemos reiniciado el 17 de octubre de un punto de inflexión. Hay que regresar la cinta de la historia y analizar qué pasó, dónde estamos y para dónde queremos ir.
Porque aquí nos tocó vivir. Y es también nuestra obligación moral levantar la mirada, respirar y ver el horizonte, recuperar el aliento. Después de ese Jueves Negro, cada mañana que sale el sol, el culichi se levanta para ir a trabajar, a estudiar, a entrenar, a ganarse el pan de cada día para sacar adelante a su familia. Como lo estaban haciendo miles, ese jueves cuando los sorprendió el terror.
Después de aquel Jueves Negro, cada mañana los culichis se ven al espejo buscando las verdades. Cuestionando a profundidad los porqués: ¿por qué un operativo militar al medio día?; ¿por qué a la mitad de la semana laboral?; ¿por qué justamente en el centro neurálgico de la comunidad culiacanense?; ¿por qué no se protegió primero a la ciudadanía?; ¿por qué no había apoyo aéreo para el grupo militar terrestre? Decenas y decenas de porqués están aún sin contestar.
Aquí y ahora, hay otra manera de recordar el 17 de octubre. Sí, con la pesadumbre que nos echó encima, pero también como el día que nos impulsó a construir la paz en nuestras comunidades, como un Estado cohesionado, como sociedad y gobierno articulados. Es la hora de la unidad y la paz.
Que el 17 de octubre sea el día a partir del cual, verdad, justicia, reparación del daño y garantía de no repetición cobren vigencia como realidades y dejen de ser anhelos, o incluso, necesidades existenciales.
Y para iniciar el camino a la paz, necesitamos primero conocer la verdad.
Por eso los ciudadanos le exigen al gobierno que se informe de cara a la sociedad, que se transparente el número de víctimas inocentes, es decir, civiles no combatientes que murieron o fueron heridos el jueves 17 de octubre. Primero la verdad: cuentas claras, amistades largas.
¿A cuántas personas se les despojó de su auto, sobre todo de camionetas para el uso de armas largas?; ¿cuántos y dónde se dieron los bloqueos y quema de vehículos?; ¿cuántas y qué armas hubo en la refriega?; ¿cuántos negocios han sido afectados por las balas?; ¿qué avalúo hay del patrimonio dañado durante ese jueves negro? Ocupamos de esos insumos para recobrar la confianza en los gobiernos, que son los responsables de brindar seguridad y justicia a la ciudadanía.
Y también de la parte ciudadana hagamos un profundo ejercicio de conciencia, asumamos la responsabilidad que a cada uno de nosotros corresponde para garantizar que no ocurra ni otro jueves, ni lunes ni domingos negros en Culiacán, en Sinaloa y en nuestro país. Dejemos de darle de comer al monstruo que nació y creció al calor de la cultura del desenfado y la simulación, de una presunta felicidad costosa y altamente dolorosa para las madres, hermanas e hijas que viven la pérdida de los suyos.
Iniciemos pues, aquí y ahora, a construir paz desde la verdad, la justicia, reparación del daño y la garantía de no repetición. Desde la necesaria justicia transicional. Revisar el pasado con la luz del derecho a ser felices de verdad. Para que cada 17 de octubre podamos vernos a la cara como una sociedad que salió adelante, como un Sinaloa que quiere recordar su pasado con orgullo y dignidad. Como un pueblo resiliente y dueño de un futuro cierto para nuestras hijas e hijos. Porque aquí la vida sí vale mucho.