- En materia geopolítica veremos la afirmación de la tendencia de cambio de poder de occidente a oeste.
A partir de la reciente transformación de diversos indicadores económicos y financieros en el mundo, como las importantes pérdidas en los índices bursátiles más populares, como el Dow Jones, el Nikkei y el FTSE, en Estados Unidos, Japón y Reino Unido, respectivamente, los recortes a las tasas de interés por los bancos centrales y los reportes de perspectiva económica que han hecho los organismos multilaterales, se construye el consenso de que el impacto de la crisis sanitaria por COVID-19 detonará la más grande recesión económica después de la depresión de los años 30 del siglo XX, no digamos del impacto de la Segunda Guerra Mundial y la crisis de 2008-2009.
Históricamente, después de grandes fenómenos disruptivos como las crisis económicas y las guerras mundiales, la gestión del Estado ha cobrado mayor relevancia. Esta vez no debe ser la excepción. Después de 1933, eso fue lo que significó el New Deal de Franklin D. Roosevelt, que implicó un incremento sustancial del gasto público, creación de nuevas agencias gubernamentales y legislaciones a favor de las pequeñas y medianas empresas. Después de la Segunda Posguerra, gracias a la gestión estatal, se produjo la llamada edad dorada de la economía, impulsada por la inversión y el consumo.
En materia geopolítica veremos la afirmación de la tendencia de cambio de poder de occidente a oeste, que ya venía y que se profundiza con el buen desempeño de Corea del Sur, China y Japón en el manejo de la crisis sanitaria. Avanza la confianza cultural en el liderazgo de China, sin duda.
Probablemente, estemos ante el fin de la globalización como la conocemos. Las principales cadenas de producción y suministro se están viendo afectadas por el confinamiento, forzando a empresas y gobiernos a incrementar sus capacidades para operar de la manera más aislada posible. El cierre de fábricas en áreas críticas está dejando sin inventario a hospitales, farmacéuticas y supermercados que eran muy dependientes del mercado internacional. Estas formas pueden perdurar, incluso después de que disminuyan los contagios en todo el mundo, pues si bien se pronostica que la actual crisis de salud durará por varios meses, hay quienes creen que el coronavirus se convertirá en una enfermedad estacional.
Dentro de las previsiones que tendrán que tomar las empresas, está el buscar integrar fondos de resguardo para pagar salarios a sus empleados ante cualquier contingencia, así como en el caso de los gobiernos, los cuales deberán impulsar legislaciones para garantizar el seguro al desempleo, buscando formas complementarias con las empresas para salvaguardar el ingreso de los trabajadores.
En el caso de México y América Latina, por sus altos niveles de subdesarrollo económico, puede agudizarse una mayor migración de la gente del campo hacia las ciudades en busca de establecerse más cerca de los servicios de salud. Ello generaría la necesidad de ampliar el resto de los servicios públicos y un mayor gasto social, que tendría que hacerse, a costa de presionar la garantía de las transferencias directas que mantienen algunos regímenes de bienestar como el nuestro.
En contraparte, en nuestra región México se ha convertido en uno de los países en los que más se ha incrementado el comercio electrónico, lo que puede significar una ruta para acelerar la salida de la actual crisis económica, pues el confinamiento de las personas hará que se confíe más en el uso de las tarjetas de crédito y en las llamadas plataformas de contacto. Esto se puede impulsar con políticas que mejoren la competencia de protección de datos y educación digital. De ese tamaño son los retos para arribar al nuevo orden mundial pospandemia.