Por: Senadora Citlalli Hernández*
En la palestra pública, no sé exactamente qué está pasando con el bloque opositor. Quizás aún no pasa nada; tal vez sea la combinación extraña de colores, lo que no les permite aterrizar estrategias concretas y narrativas coherentes.
Me explico: de repente nos dicen que contamos con sus votos para el bien del país, luego la “oposición” (sí, la o-po-si-ción), lanza al inicio de éste sexenio un spot donde dice que su labor será revisar que las promesas de campaña del Presidente se cumplan y, conforme avanzan los días, nos dicen que todo está mal, incluso con lo que, por lo menos discursivamente, alguna vez dijeron estar de acuerdo -la revocación de mandato, por ejemplo-.
La lógica más elemental de ser oposición suele ser la existencia de contrariedades y divergencias con el proyecto político en el poder (liberales vs conservadores, derecha vs izquierda), sin embargo, el razonamiento de “vigilaremos que cumpla con lo que dijo”, lleva consigo una legitimación al nivel: “ya sabemos que lo que se prometió en campaña está bien, pero si no lo cumplen, capitalizaremos esa falta de resultados a nuestro favor”. Es decir, no ha existido crítica alguna al proyecto planteado, sino a su ejecución o, su interpretación de ello.
Y entonces, han ido construyendo narrativas débiles bajo el argumento de que la Cuarta Transformación no existe o que el Presidente es autoritario y anti-todo; algunas de esas narrativas son poco razonables, al estilo “ahí viene el lobo” (el lobo autoritario o lobozuela, quién sabe qué, pero ahí viene).
En su desesperación por recuperar legitimidad política y fuerza, no se dan cuenta que el razonamiento de la política tradicional ya no funciona en esta nueva etapa, pues la 4T no implica sólo la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, sino una serie de reflexiones y motivaciones de un gran sector de la población mexicana, que está dispuesto a subir su nivel de ciudadanía y la manera de ejercerla.
Aunado a lo anterior, cada vez hay más acceso a la información y frente a narrativas débiles, un poco de información termina por romperlas. A pesar de ello, ahora sí se pasaron, han llegado a tal nivel de esquizofrenia política, que vale la pena aclarar un par de mentiras sobre las “preocupaciones” que el bloque opositor ha manifestado alrededor de la revocación de mandato.
Primero, la minuta de la Cámara de Diputados sobre revocación de mandato y consulta popular, está siendo discutida en estos días en varias comisiones en el Senado de la República, y se votará en el Pleno en las próximas semanas.
La reforma -un avance para la democracia participativa-, abre la posibilidad de que el Presidente pueda ser removido de su cargo si la ciudadanía lo mandata. Es decir, que a la mitad de su periodo de gobierno (tres años), sea sometido a un juicio popular a través de la figura de revocación. Dicha figura puede ser solicitada por el Primer mandatario, por el Congreso de la Unión o a solicitud de la ciudadanía.
El proceso de revocación sería organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE), en el mismo esfuerzo institucional, ciudadano y presupuestal de las elecciones intermedias que tenemos cada tres años para elegir diputados federales y, como todas las elecciones, será la Sala Superior del TEPJF (Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación), quien emitirá la declaración de validez de la misma.
Si el resultado fuera revocatorio, el Presidente dejaría el cargo al día siguiente de la declaración de validez de la elección del TEPJF y, entonces aplicaría directamente el artículo 84 constitucional . Si el pueblo de México decide que el Presidente siga en sus funciones, entonces el mandato es claro: que termine el encargo por el que fue electo y concluya su periodo constitucional -es decir, tres años más-.
Pregunto: si la reforma plantea que dicha consulta se realice durante el Primer periodo ordinario del segundo año de la Legislatura del Congreso de la Unión, en la jornada electoral en la que se eligen diputados federales -lo cual ocurre cada tres años-, y el Presidente sólo podría someterse a revocación de mandato una vez, entonces, ¿dónde está el “riesgo” de reelección”?
En estos días, en el Senado estaremos discutiendo sobre ello, pero si el bloque opositor sigue con la misma cantaleta, con una narrativa falsa e irracional, no sólo hará el ridículo, sino además dejará en evidencia que es temor lo que les mueve: el temor de que la popularidad del Presidente impacte en las elecciones del 2021 o, peor aún, la evidencia de su poca voluntad democrática de que, si un día vuelven al gobierno federal, puedan ser removidos de su cargo, a manos de una ciudadanía más participativa, más informada y más exigente, misma que habría votado a favor de la revocación de mandato de Peña, de Calderón y de otros más.
Hablaba del razonamiento de la política tradicional anteriormente, porque es obvio que su preocupación no es la democracia y que este bloque no pretende legislar para las personas, sino para sus temores. Si todo está tan mal como dicen, ¿por qué le temen tanto a la revocación de mandato del actual Presidente a tres años de su gobierno?
*Senadora de Ciudad de México por Morena.