Grupo Parlamentario MORENA, LXVI Legislatura

¿Destruir?; mejor construyamos

¿Destruir?; mejor construyamos

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador resolvió no continuar con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, esa decisión se sumó a otras que parecía le traerían también muchas animadversiones. Las cosas no ocurrieron así, por el contrario, los positivos se fueron arriba.

A cien días del arranque de gobierno el presidente de la República está más que bien calificado. En una encuesta, previo a sus primeros cien días de gobierno, el diario El Financiero realizó una donde López Obrador obtuvo una calificación aprobatoria del 75%; mientras en la De las Heras, Demotecnia arrojó que el 83% de los encuestados consideró su trabajo como “muy bueno” o “más o menos bueno”.

La Cuarta Transformación arrancó su camino. El país está observando cambios importantes; por ello la población a pesar de las campañas negras y de las críticas de quienes se sienten afectados por las decisiones del gobierno morenista, sigue dando su respaldo al presidente López Obrador.

Enfrentar la corrupción, combatir la pobreza, desterrar la violencia y al crimen organizado, es un trabajo nada fácil de resolver. Sin embargo, en todo este tiempo, el mandatario ha estado demostrando que transformar a México sí es posible, pero ello no se alcanzará sí el presidente se encuentra solo, sin la colaboración responsable de sus más cercanos colaboradores y de su equipo de trabajo; pero también de aquellos o aquellas que, sin ser parte de su gabinete, actúan como sus opositores.

En este periodo de tiempo el presidente se dedicó a trabajar sin descanso; de manera más que plausible, primero para echar abajo lo que en administraciones pasadas hicieron; donde la corrupción fue el signo que hizo destacar a los gobiernos neoliberales.

Desde muy temprano, antes del amanecer, el presidente se ha dedicado a pegar tabique por tabique. A través de las conferencias de prensa, conocidas como las “mañaneras”, ha comunicado las decisiones que ha tomado en su propósito de transformar al país. En pocas palabras, lo que ha hecho es construir.

Pero no sólo está construyendo, está sumando. En política, sumar es muy importante y más cuando una nueva estructura se está fabricando. Quienes han estudiado ingeniería o arquitectura saben lo importante que es en una construcción la fortaleza de sus estructuras y de sus cimientos.

En política quienes nos dedicamos a ella sabemos, de la misma manera, de la importancia que deben tener las estructuras y cimientos de un partido político. Sabemos que se puede no sólo tambalear a un instituto político sino, peor aún, destruirlo y acabarlo.

La fortaleza de una institución política se puede alcanzar a través de la unidad, del diálogo, de escuchar al compañero de enfrente, al de un lado, al de atrás y no querer imponer decisiones personales o actuar de manera intransigente.

De las difíciles circunstancias que padece alguna organización, a pesar de todo el poder que obtuvo, se debe aprender para no caer en socavones que se pueden convertir en cementerio. La imposición es una grave enfermedad que, igual puede significar la “muerte política” de un partido, cuando se quiere acallar a la militancia.

Querer atribuirse el liderazgo que les da, de manera mezquina y perversa, estar el frente de un organismo social o político a través de la imposición, cual “sabandija”, en nada podrá ayudar a quien dirija o vaya a encabezar a un partido político.

El presidente de la República necesita aliados que entiendan que “mejor ayuda el que no estorba”, que hoy más que nunca requerimos estar unidos y cohesionados, que se debe dimensionar que ha sido muy positivo lo que en estos cien días construyó el presidente; que no se vale destruirlo.

Por Lucy Meza