El pasado 13 de junio se cumplieron 110 años del asesinato de Gabriel Leyva Solano, a manos de la policía rural porfirista, usando el subterfugio de la mal llamada “ley fuga”.
Se trata de un personaje especial en la historia de Sinaloa, muy adelantado ideológica y políticamente a su tiempo. Desde muy joven desarrolló una excepcional sensibilidad a su entorno rural tomando la causa de los campesinos. Su rol de maestro contribuyó a tomar conciencia de clase. Basta recordar su compromiso con los “indios ocoronis” convirtiéndose en su “apoderado” para buscarle solución al litigio de sus tierras, las cuales habían quedado en manos de los grandes terratenientes.
Para comprender los aportes del maestro Gabriel Leyva Solano es importante ubicarnos en las características de la época. Los años de su vida y formación abarcan desde la última presidencia de Juárez hasta finales del porfiriato y en estos años el país sufrió importantes transformaciones sociales. Justamente en ese tiempo en el mundo se gestaron los primeros grandes movimientos obreros y sindicales, como respuesta a los problemas que trajo la segunda revolución industrial, como la explotación laboral, los monopolios, el despojo de tierras a los campesinos y comunidades. En México esto propició el escenario para las primeras manifestaciones por mejorar las condiciones de las clases trabajadoras. Recordemos las huelgas de Cananea y Río Blanco, en 1906 y 1907, las cuales fueron fuertemente reprimidas por las autoridades porfiristas.
Leyva Solano también es importante por ser uno de los sinaloenses más comprometidos con la proclama del antirreelecionismo. Fue cercano al periodista y político José Ferrel, otro de los personajes incómodos para el gobernador Francisco Cañedo durante los últimos lustros del porfiriato. Cuando Ferrel compitió en las elecciones para gobernador de 1909, tras la muerte de Cañedo, y perdió ante el candidato del gobierno en lo que parece haber sido uno de los fraudes electorales más sonados de la historia del estado, los ferrelistas antirreeleccionistas se adhirieron al movimiento de Madero y Leyva Solano encontró en el movimiento la oportunidad ideal para posicionar sus reclamos contra el gobierno, llegando a ser el presidente del Club Antirreleccionista de Sinaloa.
Es la fidelidad al maderismo, su compromiso con los pobres y su irreverencia ante el gobierno y los cacicazgos locales, lo que lleva a Leyva Solano a ser asesinado cuando el movimiento de Madero comenzaba a despegar. La lucha de Leyva Solano y su sacrificio fueron entonces elementos que mantuvieron viva la llama revolucionaria en Sinaloa. De ahí su relevancia para la historia local y nacional.
El nombre de Gabriel Leyva Solano está presente en la memoria de Sinaloa: en sus calles, pueblos y sindicaturas, en monumentos, colonias populares, biografías, bustos, están sus restos en la Rotonda de los Sinaloenses Ilustres de la capital del estado; está presente en los libros de texto. Sin embargo, es momento de que este personaje sea reconsiderado a la altura del reconocimiento de los hermanos Flores Magón o los hermanos Serdán en Puebla, precursores de la Revolución Mexicana e importantes luchadores sociales, que siendo civiles se vieron obligados a enfrentar las injusticias del régimen porfirista y de la época.
No hay duda que este es un tiempo adecuado para promover políticas culturales orientadas a que este personaje tenga un mayor posicionamiento en la memoria colectiva sinaloense y se destaque su compromiso e identidad con los pobres. Es la hora de su justa reivindicación.
Hacerle justicia a la memoria histórica lleva aparejado asumir institucional y socialmente, la lucha de historiadores, arquitectos, cronistas, descendientes y diversos ciudadanos que mantienen viva su presencia cada 13 de junio, al realizar una serie de eventos conmemorativos de su aniversario luctuoso.
Hoy es el tiempo para reivindicar los valores universales y principios éticos que guiaron el proceder de este protomártir de la Revolución Mexicana, como la integridad y sus fuertes convicciones y compromisos con las exigencias sociales de justicia y dignidad en la época. Como ejemplo para política, hoy en día Leyva Solano es un faro para la formación de ciudadanía, de comunidad. Ejemplo para nuestras nuevas generaciones de sinaloenses y para México, en esta cuarta transformación, que sin rescatar la memoria histórica, no será.