Cuando en su momento el presidente Carlos Salinas de Gortari decidió destituir de súbito a Joaquín Hernández Galicia, alias La Quina, el entonces líder del sindicato petrolero, a quien acusaron de lesionar al gremio sindical de Petróleos Mexicanos, nadie imaginaba que tres décadas después a quien Salinas designara líder de esa organización resultaría más corrupto y lastimaría más a ese gremio: Carlos Romero Deschamps.
Distante de actuar como un sindicalista apegado a la teoría, Romero Deschamps llegó a enriquecerse a través de la venta de plazas, amenazas a los trabajadores sindicalizados y hasta se vio involucrado en casos de secuestro; numerosas son las acusaciones en su contra por diversos delitos, incluyendo delincuencia organizada, fraude, extorsiones y tráfico de influencias.
Son muchas las planas periodísticas que han hablado de ello y se dice que dichas actividades han sido muy frecuentemente en complicidad y alianzas con integrantes de la clase política dominante indistintamente de su afiliación partidista.
Sin embargo la justicia nunca lo alcanzó, creo más bien, que estaba “bien cobijado” por el manto de la corrupción, impunidad y saqueo que caracterizaron a los gobiernos neoliberales.
Se la pasó por años “chapulineando”, de ser diputado federal a senador a diputado federal sin ruborizarse y como pago de favores al Partido Revolucionario Institucional, se le imputó el desvío de recursos para la campaña de Francisco Labastida, el candidato para la elección presidencial del año 2000. El Pemexgate pese a ser denunciado por el diario La Jornada y replicada esa información por diversos medios nacionales e internacionales, tampoco tuvo repercusiones legales.
Una de las calamidades que nos dejaron los expresidentes anteriores fueron entre otras, los abusos de los juniores que con el permiso de papá pasaban de escándalo en escándalo como los de la hija de Romero Deschamps, Paulina, quien además de viajar por ciudades europeas en vuelos privados, brindando con botellas de Vega Sicilia de 10 mil pesos, con ropa y pieles distantes de los salarios de miles de trabajadores de Pemex (que siempre fueron puntuales con sus cuotas), y el culmen, la gran boda que le organizó su padre, de quien aprendió el gusto por los relojes de 18 quilates y los vehículos deportivos Ferrari.
En contraparte, las condiciones de los empleados de base de Pemex no mejoraban, ni se realizaban las acciones necesarias para la prevención de los accidentes en las instalaciones petroleras de diferentes entidades del país y que dejaron cientos de muertos, heridos y huérfanos.
Aún en la memoria colectiva están el que en 2007 en la zona donde se ubica la Sonda Campeche dos plataformas chocaron, lo que a su vez provocó un derrame de petróleo y gas natural, causado un fuerte incendio y la muerte de 22 trabajadores. 2010, una fuga en un ducto de Pemex provocó explosiones en San Martín Texmelucan, Puebla.
El saldo oficial de muertos fue de 30 personas, 52 heridos y alrededor de 80 viviendas con daños. La causa de las explosiones fue una toma clandestina de combustible que provocó un derrame de miles de litros de diesel y combustóleo que se incendiaron. 2013, una explosión ocurrida en la sede central de Pemex causó la muerte de 37 personas y dejó 121 heridos.
Un cambio de régimen implica un cambio de estructura, NO considerar que la corrupción es un mal endémico de los mexicanos y las mexicanas, sino entender de forma plena que esa es una conducta en la que incurrieron algunos dirigentes de sindicatos nacionales, en contubernio con quienes eran destinados a ser funcionarios públicos, y determinaron enriquecerse a manos llenas del erario público.
En el Senado tenemos la encomienda de legislar en favor de reformas que realmente incidan en contar con libertad sindical y con un sindicalismo que realmente defienda a los trabajadores del país, para evitar a personajes como el mencionado, que durante 26 años robo no sólo a sus representados gremiales y a la Nación, también contribuyó como muchos otros a sostener un régimen de injusticias sociales.