Gracias, compañero presidente.
con su venia, la de este pleno y la de mis compañeras senadoras y compañeros senadores:
Estamos a punto de escribir un capítulo más en la historia del constitucionalismo mexicano, pues tras las iniciativas presentadas por el senador Martí Batres, la senadora Kenia López Rabadán y la senadora Malú Micher, en conjunto con su servidora, tras un acuerdo de Mesa Directiva para homologar cada una de estas iniciativas en un solo proyecto de dictamen, reformaremos nueve artículos constitucionales que representan la columna vertebral de nuestra Carta Magna y que en su médula, conservaban elementos de discriminación patriarcal que deberán sustituirse por un articulado que no deje a nadie atrás y que abrace a todas las personas por igual para brindar la mayor protección de derechos y garantizar una democracia paritaria.
Ante este contexto, es pertinente hacernos la siguiente pregunta ¿Por qué es importante esta reforma constitucional que pretende garantizar, que el principio de igualdad sustantiva se traduzca en la práctica en un mandato para la participación paritaria en la esfera pública?
Porque, en el devenir histórico de la política mexicana, no ha sido fácil llegar hasta aquí compañeras; no ha sido fácil que una mujer ocupe un escaño en esta soberanía, pues somos el resultado de batallas antiquísimas que emprendieron mujeres que se afirmaron a sí mismas a raíz de negar una realidad que las oprimía:
Olympe de Gouges negó que solo existiera una Declaración de los Derechos del Hombre que excluyera a la mujer y por ello escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana.
Mary Wollstonecraft negó que la mujer fuera una mera ornamenta del varón y vindicó nuestros derechos introduciendo la idea de que el Estado debía permitir a las mujeres “practicar la medicina, llevar una granja, dirigir una tienda, vivir de su propio trabajo”.
Virgina Wolf luchó deliberadamente contra una realidad que aún padecemos, la desigualdad salarial de género, ya que, decía ella, “sin libertad económica, una mujer no puede desarrollar su vida con plenitud”.
Rosa Luxemburgo negó que el voto fuera un privilegio masculino y luchó por el voto universal, porque las mujeres también pudiéramos votar y ser votadas. Ella siempre decía que debemos ser socialmente iguales, porque era orgullosamente socialista. La asesinaron, la enrollaron en una alfombra, y la arrojaron a un río. Sus últimas palabras fueron: “Yo fui, yo soy, yo seré”.
Porque ellas fueron, nosotras somos. Porque nosotras somos, ellas serán. Nos debemos a ellas, a esas mujeres por las que ahora somos un poquito más libres y, por quienes, debemos seguir luchando para garantizar una vida libre de violencia para las próximas generaciones.
Reclamamos no sólo nuestro lugar en el corpus constitucional, sino el de todas las personas, desde la punta de la pirámide normativa, porque lo que no se nombra no existe. Aspiramos a que nuestra Constitución nunca deje a nadie fuera, ni de la ley ni de ningún espacio vital.
Rosario Castellanos cuestionaba en su poema “Meditación en el umbral”
“Debe haber otro modo/
Otro modo de ser humana y libre/
Otro modo de ser”,
La mujer, históricamente, no ha estado presente en las constituciones ni al pie de página ni al margen. Razón por la cual, el género, como principio estructural de todas las sociedades humanas debe ser incluido a la hora de legislar, porque es en el derecho en donde se materializan los sentimientos de una gran parte de la sociedad que exige otro modo de ser humanas y de ser libres.
El replanteamiento en clave de género y la introducción de acciones afirmativas en estos enunciados normativos, implican la reconfiguración de un orden que rige las relaciones de poder.
Por ello, si desde el texto constitucional no se dota a la ciudadanía de igualdad sustantiva, no esperemos que las sujetas y sujetos obligados, actúen sin discriminar, sin violencia, sin feminicidios y sin desigualdad en la toma de decisiones. A estas alturas no podemos permitir que sigan permeando expresiones ni pronombres que contengan reminiscencias discriminatorias.
De ese calado es la reforma constitucional que hoy tenemos encima de la mesa, pues tenemos la oportunidad de que los Poderes de la Unión, organismos autónomos, la Ciudad de México y las entidades federativas se rijan bajo el principio de paridad de género como un contrapeso en la toma de decisiones que permite que las mujeres tomemos las riendas para avanzar hacia una democracia paritaria.
En este sentido también quiero mencionar que, durante la gestión de Ricardo Monreal, hoy coordinador del Grupo Parlamentario de Morena, durante su gobierno en Zacatecas, fue el primer instituto municipal del primer gabinete paritario.
Asimismo, quiero mencionar, que el primer instituto estatal fue en el gobierno de Tlaxcala que fue Sánchez Anaya, también de Morena, y el primer gabinete paritario del Distrito Federal fue con nuestro actual presidente de la República, el licenciado Andrés Manuel López Obrador.
Por todo lo anteriormente expuesto, desde el Grupo Parlamentario de Morena, estamos convencidas y convencidos que esta reforma marcará un clivaje fundamental para negar todo aquello que impida a las mujeres y a todas las personas afirmarnos a nosotras mismas.
Muchas gracias.