Muy buenos días tengan todas y todos ustedes, respetables senadoras y senadores.
Agradezco al doctor Miguel Ángel Navarro, presidente de la Comisión de Salud de este Honorable cuerpo legislativo, el darme la bienvenida; al igual que al presidente de la Junta de Coordinación Política, el senador Ricardo Monreal Ávila.
Y, abrimos esta presentación con la consciencia de que este es un importantísimo acto republicano que reviste importancia social, nacional, no solamente porque es un ejercicio indispensable de rendición de cuentas; sino porque además estamos conscientes y esperanzados que el diálogo entre los Poderes de la Unión y el diálogo entre las distintas fuerzas políticas del país, con una actitud generosa, con una actitud de construcción, con una disposición a basarnos en evidencias y en argumentos racionales, nos lleva a enfrentar las peores crisis que pudiera tener la nación. Y esta, sin duda, es una de ellas.
Me voy a permitir quitarme el cubrebocas, dado que estamos a buena distancia, recordándole a la población la importancia de usar cubrebocas como un mecanismo de precaución para la salida de los virus contagiantes. Desafortunadamente, de utilidad limitada, respecto a la protección para el individuo que lo porta.
Hemos preparado, el equipo de Salud, una presentación, que nos permite identificar en los próximos pocos minutos, lo que ha ocurrido en el país no solamente en términos de la epidemia de Covid-19, la pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2; como un evento de salud pública de enorme trascendencia, la más grande y grave crisis de salud pública que la humanidad entera haya enfrentado en los últimos cien años.
Sino además, como un fenómeno que se presenta en las realidades socioeconómicas, sociopolíticas, socioculturales, de cada nación y el mundo en su conjunto.
Consideramos que es indispensable para un correcto entendimiento de la dimensión de este problema, partir de una consciencia clara sobre los fenómenos sociales, que en el caso de México y desafortunadamente de muchas naciones, están situadas en un contexto de desigualdad, de injusticia social, de concentración de la oportunidad y la riqueza, de carencia de servicios públicos, incluidos desde luego los directamente relacionados con la salud, a lo largo de muchos, muchos años. Especialmente los últimos 40 años.
Hemos dicho, una y otra vez, y esto está documentado ampliamente desde hace varias décadas, que México es un país en donde la desigualdad social marca los ritmos, las consecuencias, las capacidades de actuación y el destino de miles, de millones de mexicanas y mexicanos.
Esto es difícil enfrentarlo, es difícil reconocerlo, pero cuando se tiene la consciencia clara de que las realidades sociales y económicas marcan el destino de todo lo demás; consideramos indispensable tenerlo siempre presente.
¿Por qué es indispensable?
Porque también, no podría haber un análisis racional, un análisis científico, un análisis técnico, un análisis riguroso de un fenómeno agudo como es una pandemia; si no se tuviera en cuenta las graves, grandes, profundas, extensas carencias de bienestar que nuestro país ha tenido a lo largo de cuatro décadas.
Por lo tanto, todo evento que resulta de un fenómeno agudo, debe ser entendido para poder ser presentado con cabalidad, rigor y claridad, a la luz de estas lacerantes desigualdades, que no han sido casuales, sino han sido producto de modelos de organización económica, política y social, y en muy pocos casos cultural, de nuestro país, por eso es que es imprescindible considerarlo.
A manera de un resumen, sumamente simple pero sumamente claro, presentamos estos datos que provienen del Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas Públicas, CONEVAL, en donde se reconoce que 42 por ciento de la población mexicana vive en condiciones de pobreza; 52 millones de personas, 52 millones.
Y de ellas, 7 por ciento, es decir, casi 9.3 millones de personas viven en pobreza extrema. Sí, en un país que es la décimo cuarta demografía y la décimo primer economía del mundo vive esta realidad.
Por lo tanto, los indicadores de disponibilidad de riqueza, de servicios sociales, no son equitativamente dispuestos para la población mexicana.
Tengamos en cuenta que esa carencia implica que 26 millones de personas no tienen acceso a una alimentación suficiente, 25 millones no tienen servicios básicos razonables de vivienda, y 20 millones no tienen acceso a servicios de salud pública. Estos son datos de 2018.
Este es el estatus quo en el que México enfrentó la pandemia de Covid-19.
Veamos aún más, en la siguiente imagen, que el perfil de morbilidad y mortalidad de México, es decir, la realidad epidemiológica que enfrentó la población mexicana al inicio de la pandemia, y producto de más de 35 años de deterioro, implica la más grande y grave epidemia de enfermedades crónicas no transmisibles del mundo.
Setenta y tres por ciento, en este momento ya 75 por ciento de la población, tres cuartas partes padecen sobrepeso u obesidad, uno de los determinantes cruciales de la salud en múltiples aspectos y causa, a la vez que consecuencia de una mala alimentación y de un modelo de organización de la provisión de alimentos, que es a todas luces desfavorable para la salud, para el ambiente y para la sociedad.
Veinticinco por ciento, una cuarta parte, padecen hipertensión; 14 por ciento de los adultos padecen diabetes.
Somos el número uno en prevalencia de obesidad juvenil e infantil.
Las causas de muerte en México, de qué mueren las personas mexicanas, refleja desde hace 12 o 15 años este deterioro de las condiciones de vida que están determinadas por las condiciones socioeconómicas.
Las principales causas de muerte son las enfermedades cardiacas, la diabetes, los tumores malignos, la enfermedad hepática, todas ellas relacionadas con las enfermedades crónicas ya mencionadas y también con los fenómenos de mala alimentación.
Y les recordamos que cuando hablamos de mala alimentación no estamos hablando de decisiones individuales. Casi nadie puede tomar decisiones libres cuando la disponibilidad de los alimentos está gobernada, está marcada por el mercado, por el escenario de acceso de disponibilidad de estos alimentos.
Y está marcada también por las realidades socioeconómicas que vive la población.
También tenemos otros problemas, como las agresiones, las enfermedades cerebro bascular, los accidentes, que son a su vez relacionados con otros fenómenos sociales de importancia.
México, debemos tenerlo presente, es el único país del mundo que ha reducido su esperanza de vida al nacer fuera de aquellos que se encuentran en una situación de guerra.
El único que, viviendo en un estado de paz, redujo su esperanza de vida al nacer en 2011, a consecuencia de estas enfermedades y de estos daños de causa externa.
Noten ustedes la causa número ocho, que es neumonía-influenza, sólo porque será referencial para lo que estamos viviendo ahora, con una enfermedad que precisamente se manifiesta en su forma grave como neumonía e influenza.
Cada año mueren en México cerca de 30 mil personas; para el dato 2018, 28 mil 332 personas fallecieron por neumonía e influenza.
¿Por qué se agrupa? Porque en México y en el mundo las estadísticas de salud consideran que hasta tercera parte de las neumonías pueden ser causadas por enfermedades virales agudas, como la influenza, todos los años.
Y esta es una causa importantísima dentro de las que no son crónicas, degenerativas, que ocupan sin duda el mayor perfil de mortalidad de México.
Y, a manera de introducción, veamos en el extremo derecho de esta imagen la lista de enfermedades que el mundo entero, la comunidad científica de salud pública del mundo entero identificó, y no es excepción México, cómo los determinantes directos, en términos biológicos, en términos fisiopatológicos de la mortalidad por Covid-19, y son exactamente aquellas que abundan en México, aquellas que redujeron la esperanza de vida al nacer en México; aquellas que han llevado a que tengamos una mediana edad en la muerte por Covid de 55 años, muy diferente a lo que ocurrió en los países europeos occidentales con baja prevalencia de estas enfermedades que tienen medianas de edad a la muerte, superiores a los 75 años.
¿Qué ha hecho el Gobierno de México?
Empecemos primero por mencionar, en este resumen, acaso muy sintético, nuestra visión de la salud pública. La visión de la salud pública para el gobierno de México está enmarcada en una responsabilidad social.
La salud pública es una ciencia social al tiempo que es una ciencia de la salud. Por lo tanto, abordar la salud pública implica abordar los determinantes estructurales.
¿Qué quiere decir esto? Aquellas condiciones de vida que están determinadas por nuestro acceso a los distintos derechos o los servicios que permiten o no garantizar derechos conocidos o consagrados como derechos universales o reconocidos por las leyes mexicanas, empezando por la Carta Magna como derechos universales, incluida no sólo la salud, sino la alimentación, la recreación, el espacio saludable, el ambiente también saludable.
En este resumen sólo estoy marcando algunas de las prioridades de salud, salud mental, el tema de regulación, enfermedades infecciosas, enfermedades crónicas, todos son programas que están en curso que empezaron antes de la epidemia de Covid y que no se han detenido.
¿Por qué no se han detenido? Porque nos sirven precisamente no sólo para enfrentar de manera directa los problemas relacionados con Covid, sino para enfrentar los determinantes estructurales de la mala salud…
Esta es la visión que tiene el Gobierno mexicano. Destaco el Grupo Intersectorial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y competitividad a que hemos hecho referencia en múltiples ocasiones, porque es un espacio de confluencia del Gobierno en su conjunto y con la sociedad civil organizada, para enfrentar de manera sistémica, de manera integral, la salud pública.
La aspiración de GISAMAC, como lo saben, es lograr tener un sistema agroalimentario justo socialmente, saludable, sostenible ambientalmente y económicamente competitivo, que nos permitiría tener otro México, otro perfil de salud y otras condiciones de desarrollo.
Algunos de los ejes temáticos y operativos están enmarcados aquí y son una serie de transformaciones estructurales de la organización del Sistema Nacional de Salud, no sólo de la Secretaría de Salud, para abordar en general los derechos con instrumentos efectivos que garanticen su cumplimiento.
Entre otros, vamos a lograr tener un Centro Nacional de Inteligencia en Salud, proyecto que fue formulado durante el periodo de transición de este Gobierno; el Centro Nacional de Emergencias en Salud, que ha contribuido, aún antes de su existencia, tan sólo por la organización que tenemos de manera funcional a la respuesta a la epidemia de Covid, proyecto también que venía con nosotros como parte del proyecto alternativo de nación.
Quiero citar al Presidente Andrés Manuel López Obrador para que identifiquen ustedes con claridad y sin ninguna duda, cual es el espíritu y cuál es la instrucción de cómo se gobierna en México la respuesta a la epidemia de Covid.
Dijo nuestro Presidente: vamos a continuar con el criterio de escuchar a los que saben, no politizar el tema, que sean los técnicos, médicos, científicos, los que nos orientes y manejen toda la política, la acción que se tiene que seguir llevando a cabo. Una cosa es la política y otra es la salud pública.
¿Por qué lo cito? Porque consideramos que a los largo de estos meses, aunque es entendible desde un punto sociológico y desde un punto de vista de la conducta humana, es entendible que afloren actitudes, respuestas, comportamientos no favorables a la unidad, no favorables a la serenidad, no favorables a que permee la información clara, precisa, técnica y científica que desde el Gobierno hemos estado presentando, es entendible, porque la vida pública del país también contiene los intereses políticos y los intereses económicos.
Sin embargo, no debemos tener duda que en México, en voz de su Presidente, fue uno de los pocos países que de manera explícita decidió y lo ha ejecutado de esta manera, tener una conducción científica de esta epidemia, lejano de los intereses políticos o las coyunturas de momento.
Es por esto que se integró un grupo técnico de expertos, desde luego, a la cabeza, nuestro Secretario de Salud, el doctor Jorge Alcocer Varela, y varias compañeras y compañeros expertos en la materia de salud pública, de la medicina, de la virología, de la ciencia y de la tecnología.
Algunos están en esta diapositiva, el grupo es sumamente amplio, haré referencia a ellos por las instituciones que representan.
Ahora, quiero centrarme en la siguiente imagen, en un concepto básico. He tenido el gusto de presentar ante este Senado, ante esta Comisión, por dos ocasiones anteriormente.
Lo vuelvo a presentar; lo hemos presentado a la sociedad. Es un concepto relativamente simple pero extraordinariamente importante.
Manejar, enfrentar una pandemia no es una tarea sencilla, por lo tanto, hay que tener claro cuáles son los objetivos. El mundo entero y coordinado por la Organización Mundial de la Salud lleva décadas preparándose para fenómenos como éste.
Y uno de los conceptos más robustos, más consistentes que están presentes en los objetivos del manejo de este tipo de fenómenos, es lo que se muestra en la diapositiva.
Lo explico nuevamente y con mucho gusto:
Tenemos aquí dos curvas. Creo que a estas alturas la mayoría de quienes nos escuchan aquí, respetables senadoras y senadores, y en la audiencia pública, saben lo que es una curva epidémica, no intentaré explicarlo en este momento.
Una curva epidémica muestra la ocurrencia de un evento, la enfermedad, o la muerte, o la hospitalización, o cualquier otro evento de interés a lo largo del tiempo.
Entre más alta es una curva, tiene una forma de una montaña, más intenso es el fenómeno; y entre más baja es esa montaña, más diferido o reducido es el fenómeno.
Lo que vemos en la curva picuda, indudablemente prominente, es lo que hubiera pasado en México si no se hubieran hecho las intervenciones.
Lo que vemos en la sombra, de color magenta, es lo que se logró por intervenciones, no de manera casual, esto no es sólo contemplar, nadie está contemplando, todo mundo debe estar atento y actuando. Al menos esa es la disposición del Gobierno de México.
Vemos tres objetivos claramente delineados y afortunadamente logrado.
El primero, con el número uno, es ganar tiempo. Cuando llega una epidemia puede ser explosiva, como desafortunadamente les ocurrió a los países europeos y esto puede hacer que se colapse el sistema de salud y que haya muerte, como resultado de la incapacidad del sistema.
Hay que ganar tiempo logrando disminuir la transmisión; eso se logra con una intervención de manera general conocida como mitigación comunitaria y, en México, conocida como Jornada Nacional de Sana Distancia.
Lo segundo es lograr tener menos casos diarios porque esto es lo que determina la relación entre necesidad y disponibilidad de los servicios de salud, y con ello se logra el tercer objetivo, que es un menor impacto sobre la sociedad.
Vamos a pasar a la siguiente para destacar sólo uno de los elementos, y acá hay una lista de algunos de los componentes centrales de una estrategia integral de respuesta en salud pública:
Reducir la velocidad de transmisión, asegurar la atención de casos graves, prevenir la salud desde el nivel comunitario, atender de manera integral a la población, atender la coepidemia de salud mental, tomar decisiones con base en inteligencia estructurada en salud, garantizar la atención médica de calidad y vigilar estratégicamente el comportamiento de la pandemia.
Nuestro enfoque es la sociedad. ¿Por qué?, porque esto es un fenómeno social, aunque, a nivel individual cada uno tiene la inquietud de protegerse a sí mismo y esto ha llevado a actitudes defensivas de pensar en el cubrebocas, en la distancia, en el lavado de manos, como si fuera un asunto en el que cada quien tiene que protegerse en lo individual. Pero no es así; científicamente la salud pública es una disciplina social y por lo tanto tenemos que abordarla desde una visión social.
Esto nos llevó a tomar decisiones en las que un país, asolado históricamente, sobre todo en los últimos 15 años, por la violencia, por el encono, por el abuso de autoridad, era indispensable no victimizar, no culpar a quien tuviera el problema sino más bien atender de manera estructurada a las entidades responsables de lograr que las personas mantuvieran la sana distancia.
Veamos en una panorámica la curva epidémica real de casos estimados que se muestra y asociada a ella están cada uno de los puntos de intervención que hemos ejecutado para destacar la oportunidad en que han ocurrido.
Y lo que vemos es cómo desde el inicio instrumentamos intervenciones de mitigación, precisamente en un momento en que era indispensable tener la actuación para minimizar el impacto de la epidemia, logrando reducir la transmisión y manteniendo disponibles las camas hospitalarias, que logramos aumentarlas más de cuatro veces, junto con el personal de salud.
Muchas gracias.