Grupo Parlamentario MORENA, LXV Legislatura

Versión estenográfica de la senadora Gloria Sánchez Hernández del Grupo Parlamentario Morena sobre el voto de gratitud al ingeniero Heberto Castillo Martínez, en el vigésimo segundo aniversario de su fallecimiento.

Gracias, compañero presidente.

La mañana del 5 de abril de 1997, dejó de latir el noble corazón del Senador de la República por el estado de Veracruz, ingeniero Heberto Castillo Martínez. La noticia nos golpeó en lo más profundo. No lo podíamos creer. Nos hacía tanta falta. Era tan alegre, tan fuerte, tan sabio, tan optimista que imaginarlo silente era imposible. Higinio, Cristóbal, Félix, Martí tantos otros. Miles, miles perdíamos parte de nosotros mismos.

En sesión del 8 de abril, el Senado dedica un espacio de reflexión para referirse al infausto acontecimiento en el que, representantes de los tres partidos de entonces, expresan sus convicciones en torno a la trayectoria y a la personalidad del compañero ausente, que presidiera la comisión de Ciencia y Tecnología y fuera integrante en las de Ecología, Educación y Desarrollo Urbano; opiniones todas coincidentes en su gran capacidad, su sencillez, autenticidad, flexibilidad, creatividad y fraternidad.

Siete días después, el 12 de abril, en el Palacio de las Bellas Artes se le rindió emotivo y merecido homenaje, en el que entre varios oradores y oradoras el Doctor Luis Villoro pidió:

“No digamos que Heberto ha muerto”.

Y lo analizó de esta manera:

“¿Qué es lo que hace que un hombre controvertido, discutido por una mayoría, vilipendiado primero por muchos, sea luego reconocido por todos, visto incluso como un ejemplo para la sociedad entera? ¿Cómo es posible que Heberto Castillo, que en vida fue objeto de tanta controversia, merezca ahora el reconocimiento aun de quienes fueron sus perseguidores? Arriesgaré una respuesta.

¿Cómo puede una sociedad distinguir, entre todos los hombres que buscan sólo su propio beneficio, el ciudadano que guía su vida por el bien común? Hay un signo inconfundible de ese hombre singular: la capacidad de decir “no”. “No” a la falsedad que rige en la sociedad; “no” a la corrupción y a la injusticia que la corroe; “no” a toda situación, cualquiera que ésta sea donde se muestre la mentira social.  Sobre la capacidad de negación, está la decisión de convertir la propia vida en testimonio de la verdad que se afirma.  Heberto Castillo fue ejemplo de una vida que se negó a todo compromiso con la mentira, con la hipocresía del poder, pero también con el dogmatismo, la intolerancia y la codicia de muchos hombres de la oposición.  A la vez, procuró que su vida fuera un servicio permanente. Dio testimonio así, de valores que más allá de las divergencias de opiniones e intereses, dan sentido a una comunidad y que nadie que pertenezca a ella podría menos que reconocer.

En 1968 el país se ahogaba bajo la losa de la mentira oficial. Se hablaba del “despegue” económico del país, de su marcha a la “modernidad”, cuando la verdad era la falta de libertades públicas, el autoritarismo y la miseria.  Heberto unió su voz a la de los mejores estudiantes y profesores de la época para denunciar la farsa.  Lo recuerdo, Constitución en mano para gritar la realidad de una vida política de engaño, y exigir que se escuchara la voz de una juventud burlada. Por ello sufrió persecución y cárcel.

A su salida, se enfrentó a otro reto. La izquierda oscilaba entonces entre dos extremos.  De un lado, el oportunismo: corromperse con el sistema so pretexto de transformarlo. En el otro lado: la violencia, el odio y la muerte, bajo la máscara de una revolución imposible.  Heberto, no sin titubeos, escogió, una vez más la única vía verdadera: optó por la organización de un partido nuevo que rechazara las dos ilusiones tradicionales de la izquierda mexicana: El compromiso de los unos con un sistema corrupto y el dogmatismo y autosuficiencia de los otros.  Una vez más, supo decir “no”, esta vez a sabiendas del riesgo de equivocarse. Desde entonces, durante años, quiso contraponer a las verdades a medias de los políticos, la verdad entera del pueblo.  Recorrió varias veces el país. Aprendiendo, escuchando. Quiso dar testimonio de una verdad que rebasaba la de su conciencia.

Siempre luchó por la acción común de todos los que se negaban a la falsedad y a la injusticia. Cuando importó conjugar los esfuerzos de todos, no vaciló en renunciar a su candidatura y en ponerse al servicio de la de Cuauhtémoc Cárdenas.  Fue una decisión de inteligencia y de previsión políticas, pero fue también un símbolo de que la unidad de la izquierda exigía anteponer el interés común a las ambiciones personales o de grupo.

Y cuando los pueblos indígenas desde Chiapas empiezan a decir su verdad, ¿dónde podría estar Heberto si no es cerca de ella? Su acción en la Cocopa fue decisiva, porque sin dejar de afirmar sus convicciones se negó a tomar posiciones excluyentes y unió sus esfuerzos con aquellos otros que, aun de opiniones políticas diferentes, buscaban también atender las demandas indígenas. Como el caso del senador Luis H. Álvarez.

La negativa de Heberto Castillo a todo compromiso con la corrupción y la mentira, la entrega de su vida, su testimonio de la posibilidad de fraternidad y de justicia fueron una contribución inapreciable a una izquierda nueva que se estaba construyendo, Heberto no fue un teórico abstracto, pero creo interpretar fielmente su pensamiento al afirmar que, para él, el nuevo partido debía basar su unidad en dos principios básicos:

El primer principio es ético. Antes que en una ideología que se pretendía científica, el nuevo partido debería basarse en la reivindicación de valores morales olvidados, pero que siempre fueron el patrimonio de la izquierda: la libertad y la justicia, ante todo.

El segundo principio es histórico.  Lo que puede unificar no es la imposición de una doctrina, no es tampoco la sumisión a un líder. Es la fidelidad a las grandes corrientes que expresaron los anhelos de justicia de nuestro pueblo. No dictarle al pueblo; escuchar su voz como lo hizo Heberto, como lo hizo, antes que él, Lázaro Cárdenas, como lo sigue haciendo Zapata.

Amigos, compañeros: No digamos que Heberto ha muerto.  Esta no es la despedida del amigo desaparecido, sino la conmemoración de su presencia permanente.  Porque en todo acto que rechace el compromiso con la falsedad y la hipocresía, estará Heberto Castillo; en cualquier acción que afirme la verdad frente al dogmatismo y la intolerancia, estará Heberto Castillo; en cualquier hombre que dé testimonio de la dignidad frente a la corrupción de los poderosos, estará Heberto Castillo.  Y mientras hombres como Heberto estén entre nosotros, ¡este país estará a salvo!

Hasta aquí Villoro.

Entre este compendio de sus aportaciones al debate en su breve paso por esta cámara, encuentro algunas palabras que dirige al pleno a pocos días de su llegada; conviene escucharlas:

“Estuve en la cámara de diputados en 1985-1988, al llegar al senado topé con un problema que espero que superemos, porque tengo la esperanza de que en este Senado plural podamos romper muchas de las cárceles mentales que todos hemos padecido”.

“Yo sí quisiera en esta Cámara de Senadores, hacer ver que nosotros podemos trabajar desde diversas instancias ideológicas, desde diversos puntos de vista, recogiendo las ideas de cada una de las fracciones y buscando con mayor tolerancia, poder encontrar soluciones comunes. Creo que es posible”. Yo sólo agregaría que haciéndolo con respeto y de buena fe.

Palabras que retomo con el mejor ánimo para seguir su limpia huella, porque si algo me honra enormemente, es que la vida me haya permitido, junto con mi esposo y nuestras hijas, conocer tan de cerca al compañero Heberto, aprender de su propia voz y de su entrega a la organización del pueblo, desde abajo, a partir de la construcción del PMT hasta el día de hoy. En que, sin imaginarlo jamás, tengo la oportunidad de representar a nuestro estado natal en esta Casa del Pueblo, a cuya altura aspiro colocarme.

El Senado otorgó post-mortem la medalla “Belisario Domínguez” al senador Heberto Castillo y hoy, la patria lo acoge amorosa en la “Rotonda de las Personas Ilustres”.

¡Gloria eterna al maestro, al mexicano universal que jamás olvidaremos!

¡Muchas gracias!

 

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