Muchas gracias, ciudadano presidente.
Quise hacer uso de esta tribuna para dirigirme a ustedes, viéndoles de frente. Decirles que reconozco a ustedes, senadoras y senadores, porque hoy estamos por fin concretizando la más profunda de las reformas constitucionales en este país.
No es, como dicen, una reforma al Poder Judicial, es una reforma constitucional.
Y, para aquellos que desconocen la historia y la historia jurídica y la tradición jurídica de este país, hoy las senadoras, los senadores de la república, han concretizado el viejo anhelo de Mariano Otero, el padre del amparo, cuando ya en 1847, y me remito, les voy a enviar, les voy a compartir el voto particular de Mariano Otero, y allí decía que en este país no debe de existir nunca el gobierno de los jueces.
El gobierno es del pueblo, y lo que hoy estamos haciendo es elevar a rango constitucional el más hermoso de los legados de la historia de México.
Ésta sí es una verdadera herencia. Hay otras herencias de las que seguramente es mejor repudiarlas.
Ahora ya son nuevos tiempos; ahora estamos construyendo un mejor país.
Vamos, pues, a consolidar el gobierno del pueblo.
¡Que viva la reforma constitucional!