
Honorable Asamblea, me encuentro ante ustedes a nombre de mi grupo parlamentario de Morena para posicionar a favor del dictamen al proyecto de decreto que adiciona un segundo párrafo al artículo 123 de nuestra Constitución en materia de apoyo a jóvenes. Esta reforma es una propuesta que reconoce la urgencia de apoyar a los jóvenes que se encuentran en una situación de vulnerabilidad laboral y educativa. La iniciativa presentada por el entonces titular del Poder Ejecutivo, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, busca otorgar un apoyo económico mensual equivalente al menos a un salario mínimo a jóvenes de entre 18 y 29 años que no estén empleados ni cursando algún nivel de educación.
Este apoyo representa actualmente 278.80 centavos, así como la capacitación durante un año para que al finalizar el joven se encuentre apto para la búsqueda de un empleo. Quiero recordarle al pueblo mexicano que este apoyo a los jóvenes tiene su origen en diversas exigencias de la lucha estudiantil. En primer lugar, el movimiento estudiantil de 1968 en México marcó un antes y un después en la participación social y política de los jóvenes, lo que a largo plazo también influyó en su papel dentro de la vida económica del país.
A partir de este movimiento, los jóvenes comenzaron a exigir sus derechos a mayores espacios de participación, no sólo en la toma de decisiones políticas, sino también en el ámbito educativo y laboral. La generación que vivió el 68 se convirtió en una fuerza activa dentro del mercado laboral, abogando por derechos laborales, mejores condiciones de trabajo y mayor equidad en el desarrollo económico. Además, proyectó una mejor imagen de una juventud crítica en México ante el mundo.
Aunque inicialmente evidenció un país con tensiones internas y demandas sociales insatisfechas, también mostró una juventud consciente, organizada y dispuesta a luchar por la justicia y la democracia. Además de señalar y exhibir a un gobierno autoritario y decadente esto motivó a la comunidad internacional a observar a México como un país en proceso de transformación social, lo cual influyó en su apertura hacia modelos económicos más inclusivos y en la búsqueda de políticas que integraran a los jóvenes como actores clave en el desarrollo nacional. A largo plazo, el movimiento contribuyó a visibilizar la necesidad de políticas públicas que garantizaran mayores oportunidades de empleo, educación y participación económica para las nuevas generaciones.
En la actualidad, muchos países han reconocido la importancia de apoyar a los jóvenes mediante políticas públicas que promuevan su desarrollo integral. Por ejemplo, Suecia se destaca por su sistema educativo gratuito y programas de orientación laboral que facilitan la transición de los jóvenes al mercado de trabajo. Asimismo, Canadá ha implementado la estrategia de empleo y competencias para jóvenes, que ofrece oportunidades de empleo y capacitación para jóvenes en diferentes sectores de la economía.
Por otro lado, en Chile el gobierno ha desarrollado el programa Chile Joven, que entrega formación técnica y apoyo para la inserción laboral de jóvenes en situación de vulnerabilidad. Del mismo modo, Colombia cuenta con la estrategia Jóvenes en Acción, un programa de transferencias monetarias condicionadas que buscan mejorar el acceso y permanencia de los jóvenes en la educación superior y técnica. Finalmente, países como Alemania destacan por su exitoso sistema de formación dual, que combina la educación académica con la capacitación práctica en empresas, facilitando la inserción laboral juvenil.
Además, Australia ha puesto en marcha políticas como el Empleo para Jóvenes, que prepara, capacita y ayuda a jóvenes a conseguir empleo. Estas políticas han demostrado ser efectivas para reducir el desempleo juvenil y fomentar la participación de los jóvenes en el desarrollo de sus países. Hoy, más del 30% de la población mexicana que México es un país joven, un país con un potencial enorme, pero también con retos que no podemos ignorar.
Sin embargo, muchos de nuestros jóvenes enfrentan barreras que frenan sus sueños y su desarrollo. Según el Inegi, cerca de 5.2 millones de jóvenes no tienen acceso a la educación ni a un empleo formal. Esta cifra representa el 13% de la población joven en el país, pero detrás de este número hay historias, hay talentos que no están aprovechando y, sobre todo, hay futuro que se nos está escapando.
La tasa de desocupación juvenil es de 6.5%, el doble que la tasa de desempleo general del país, que ronda en 3.2% según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Pero no todos son cifras desalentadoras. Cuando se invierten los jóvenes, el cambio es evidente.
Un claro ejemplo es el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, que desde su creación en 2019 ha beneficiado a más de 2.7 millones de jóvenes con capacitación y acceso al mercado laboral. Esto no sólo significa un ingreso, sino también confianza, dignidad y la oportunidad de construir un proyecto de vida. Esto no es sólo un ideal.
Según la Organización Internacional del Trabajo, cada dólar que se invierte en programas de capacitación para jóvenes, genera tres veces su valor en crecimiento económico a largo plazo. Por eso, apoyar a los jóvenes nunca debe pensarse como un gasto, sino como la mejor inversión que podemos realizar. Necesitamos brindar a los jóvenes más becas, mayores espacios de participación, empleos dignos y formación en habilidades digitales, como lo demanda el mundo actual.
Recordemos que la juventud es el motor del cambio, la fuerza que puede transformar la desigualdad en oportunidad y la apatía en esperanza. Cada joven al que le damos una oportunidad, será una puerta abierta hacia un México más justo, más próspero y fuerte. ¿Por qué es indispensable esta reforma?
México no puede seguir ignorando a la situación crítica de miles de jóvenes, que por falta de oportunidades se subsumen en la pobreza o en la informalidad. Repito, este apoyo no es un gasto, sino una inversión en la estabilidad y el bienestar de nuestra juventud. Proveer herramientas para que los jóvenes se capaciten, no sólo les permitirá acceder a empleos mejores remunerados, sino que también fortalecerá la economía del país al contar con una fuerza laboral calificada.
Los jóvenes merecen una red de protección que les permita desarrollarse con dignidad en una etapa crucial de su vida. Este ingreso mínimo les brindará el tiempo y la estabilidad necesaria para mejorar sus condiciones de vida, lo que se traducirá al final en el acceso a un empleo formal. México enfrenta una de las tasas más altas de empleo informal entre los jóvenes.
Este programa incentivará su inserción en el mercado laboral formal, generando mayor seguridad social y mejores condiciones para el crecimiento económico. Sabemos que hay quienes cuestionan el costo de este programa, argumentando que será insostenible para el Estado. Sin embargo, debemos entender que invertir en nuestros jóvenes es invertir en el futuro del país, algo que el PRIAM jamás realizó.
Esto es una demanda de las distintas luchas estudiantiles en nuestro país que los gobiernos neoliberales desestimaron e incluso combatieron para asumir a nuestra juventud y al país como un aparador de venta de mano de obra barata. Un país que abandona su juventud se condena a sí mismo a la precariedad y el estancamiento económico. Hoy existe mucho por hacer en términos de mejor educativa y generación de empleo, pero no hacer nada sería una omisión imperdonable.
Esta reforma es un primer paso urgente para brindar oportunidades reales y evitar que nuestros jóvenes queden atrapados en un ciclo de pobreza y marginación. Finalmente, quienes temen irregularidades en la implementación del programa deben recordar que no podemos detenerlo por miedo a los desafíos administrativos. Este es el momento de demostrar que el Estado está comprometido con su juventud.
Votar a favor de esta reforma es apostar por un México más justo, con oportunidades reales para todas y todos. Sigamos adelante con esperanza y compromiso, porque el presente y el futuro