Versión estenográfica de la intervención del presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, Gerardo Fernández Noroña, en el homenaje luctuoso a la diputada Ifigenia Martínez y Hernández, en la Cámara de Diputados (08.10.24)
Me parece que el cierre con el discurso de nuestra compañera Ifigenia Martínez y Hernández, es la mejor manera de este homenaje que le rinde el Congreso mexicano.
Quiero reiterar la bienvenida a familiares y amigos, a seres queridos, en la casa del pueblo en este difícil momento, y a mis compañeros, compañeras, gobernadores, funcionarios de gobierno, especialmente a Rosa Icela Rodríguez, no sólo por ser la secretaria de Gobernación, sino por venir en representación de nuestra compañera presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo.
Es tan grande Ifigenia Martínez y Hernández, que aquí nos convoca, a todas y todos, y nos convoca en unidad, como ya lo hemos estado escuchando.
Ifigenia Martínez, como también aquí se planteó, cuando estudiaba, cuando fue mayor de edad no votaban las mujeres; pero voy a decir un hecho todavía más aparentemente banal, estoy seguro, que cuando estudió en la Facultad de Economía de la UNAM no había ni siquiera baño para mujeres, las mujeres han sufrido una discriminación brutal.
Ella no rompió techos de cristal; enfrentó un mundo de hombres, de machismo, de discriminación, de desigualdad, de barreras permanentes, de convicción de que las mujeres no podrían tener un espacio en los asuntos públicos del país.
Y ella que no le tocaron las acciones afirmativas, con su carácter, con esa bonhomía en el trato, pero con ese temple de acero se fue abriendo camino a responsabilidades enormes, como aquí ya hemos escuchado.
Pero yo quiero resaltar, efectivamente, su presencia el 1 de octubre; porque cuando fue la sesión de Congreso General, yo la vi en muy buenas condiciones de salud, y un mes después, me sorprendí al encontrarla en una silla de ruedas, con oxígeno suplementario y además con la información de que había estado en terapia intensivo los días previos a presentarse a la toma de protesta de la primera mujer Presidenta de la República, nuestra compañera Claudia Sheinbaum Pardo.
Y aquí estuvo, acudió a la cita. Estuvo en el centro, literal, en el centro de ese momento histórico y emblemático, con un esfuerzo que difícilmente podemos imaginar, muy complicado ponernos en sus zapatos, pero allí estuvo, cumplió la tarea, la sacó adelante.
Es una demostración de su carácter, de su enorme voluntad, de su convicción del momento histórico que estaba viviendo y de su determinación, de aportar con su ejemplo y con su presencia, hasta el último minuto en la actividad política en la que se comprometió de manera decidida y convencida.
A riesgo de parecer inmodesto, permítanme una anécdota; yo, a Ifigenia Martínez y Hernández la quise mucho y la sigo queriendo porque la llevo en el corazón. Y el día de la entrega de la banda presidencial me acerqué a alentarla, me acerqué a decirle lo mucho que la quería, y ella me dijo que se acordaba cuando íbamos en el mismo camión a la preparatoria, que me veía siempre cargando libros, muy buenos libros. Y yo le dije, sigo con esa costumbre y además los leo Ifigenia.
Me parece una honra enorme que ella me haya manifestado su cariño, pensando que había ido yo con ella a la preparatoria. De verdad, me lo llevo como una prenda particular del respeto y el cariño que nos teníamos.
Y termino. Aquí se ha planteado, que en su discurso final nos convoca al diálogo, pero con su ejemplo de vida, nos convoca a luchar para que logremos plena igualdad entre hombres y mujeres, entre mujeres y hombres.
Que nadie, ninguna mujer nunca más, tenga que enfrentar la discriminación, las dificultades, los obstáculos, los prejuicios, que Ifigenia Martínez y Hernández, y todas las mujeres sufren, siguen sufriendo y siguen enfrentando todos los días en nuestro país.
No debemos descansar, hasta lograr la plena libertad de las mujeres en nuestra patria y en el mundo. Es un compromiso que en el corazón llevaba Ifigenia Martínez y Hernández, y es una tarea que tiene pendiente, nuestra patria y la humanidad.
Nosotros no debemos cejar hasta no lograr que todo ser humano, sin importar si es mujer u hombre, sin importar su color, sin importar su credo religioso o la ausencia del mismo, sin importar su visión política, sin importar absolutamente nada, sea respetado en su dignidad como ser humano.
Ifigenia Martínez y Hernández logró que se respetara su dignidad, que se reconociera su talento, que se reconociera su aportación, y como lo dije, nos convoca hoy en esta maravillosa unidad.
Que no sea endeble, que pongamos todos el compromiso de servir a la patria y a nuestro pueblo como lo hizo Ifigenia Martínez y Hernández.
¡Larga vida a Ifigenia Martínez y Hernández!
Muchas gracias por su atención, compañeras y compañeros.