SENADOR MIGUEL ÁNGEL NAVARRO QUINTERO: Daría paso a la participación del titular del área de la salud del país, el señor secretario, doctor Jorge Alcocer Varela, y posteriormente la participación de las senadoras y senadores.
Tiene usted la palabra, doctor Alcocer Varela.
SECRETARIO JORGE ALCOCER VARELA: Muchas gracias, señor senador Navarro.
Un gran gusto, senador Monreal, senadora Fernández, y todas y todos ustedes aquí y en especial también a los que componen esta mesa de trabajo.
Para empezar o continuar, puesto que ya el tema ha sido tratado en mi persona en esta Cámara, tenemos que reconocer que la estrategia prohibicionista es ya insostenible, no sólo por la violencia que ha generado, sino por los malos resultados que ha presentado en materia de salud pública.
Sólo por mencionar algunos ejemplos, la prohibición no se ha traducido en la reducción del consumo de cannabis. Se ha criminalizado inevitablemente a los consumidores, disminuyendo sus probabilidades de reinserción y rehabilitación y, sobre todo, el problema se ha convertido en una crisis de seguridad pública a nivel nacional.
Desde el punto de vista médico nuestra propuesta alternativa es no estigmatizar a las y los usuarios, enfocarlos en mantener el control de los consumidores, mediante un seguimiento clínico y suministro de dosis con prescripción para, en un segundo paso, ofrecerles tratamientos personalizados y bajo supervisión médica.
De acuerdo con los datos de la ONU contra la droga y el delito, el cannabis es la droga ilícita más consumida en el mundo, cerca de 200 millones de personas de 15 a 64 años consumieron cannabis con fines no médicos en el año 2016.
Pero lo grave, y lo acentúo, es que ha crecido el uso en la población estudiantil, donde cerca del 3 por ciento de las niñas y niños de quinto y sexto año de primaria han consumido cannabis por lo menos una vez en su vida y un poco más del 10 por ciento de los estudiantes de secundaria y bachillerato han experimentado su uso.
Desde el punto de vista médico, ratifico que el consumo de cannabis no es inocuo y causa daños a la salud, entre ellos problemas mentales y del comportamiento.
De forma aguda ocasiona deterioro de la memoria a corto plazo y alteración de la percepción espacio-tiempo. Puede generar ansiedad e ideas suicidas; deterioro de la atención, el juicio y otras funciones cognitivas; alteración de la coordinación motora, el equilibrio e inclusive episodios psicóticos.
A largo plazo, su consumo aumenta el riesgo de sufrir tos crónica y bronquitis, aumenta significativamente el riesgo de ansiedad, depresión y síndrome llamado amotivacional.
Pongo especial énfasis en su notable asociación con el desarrollo de esquizofrenia en personas susceptibles, situación que se presenta más frecuentemente en adolescentes, en los usuarios crónicos y consumo de productos con altas concentraciones de tedra e hidro canabinol.
También se ha asociado con el trastorno por déficit de atención, trastorno obsesivo compulsivo, personalidad antisocial y trastorno límite de la personalidad.
Otras asociaciones describen reducción del volumen de una estructura cerebral, el hipocampo e incremento en los accidentes automovilísticos, sobre todo cuando se combina con otras sustancias como el alcohol.
La otra cara de la moneda, no lo podemos negar, son sus utilidades terapéuticas. Brevemente menciono que se reconocen notablemente sus propiedades analgésicas y antiepilépticas.
Sabemos que disminuye la presión intraocular y ha demostrado tener efecto antiemético inductor del apetito en pacientes con quimioterapia y con infección VIH.
Por todo lo anterior, debemos considerar por lo menos los siguientes 10 puntos al momento de formular un reglamento para el consumo de cannabis, que anteponga la salud de la población a los demás intereses.
Uno, tomar en cuenta los antecedentes de su uso. El contenido de cannabinoide en la presentación, la vía de administración, la interacción otras drogas o medicamentos y el uso concomitante de alcohol y benzodiacepinas.
Deben quedar de manera clara las contraindicaciones médicas para su consumo, como historia o antecedentes personales o familiares de esquizofrenia, infarto reciente al miocardio o arritmias cardiacas.
En tercer lugar, debemos establecer conceptos que se apeguen a las necesidades poblacionales y establecer las diferencias entre un producto para uso recreativo, de aquellos destinados para uso paliativo o terapéutico, de acuerdo con la Ley General de Salud.
Es necesario crear una ruta efectiva de trazabilidad que permita rastrear el origen y destino del producto, desde la semilla, el cultivo, la fabricación, la distribución, el almacenaje, hasta la venta final, con el objetivo de garantizar la calidad del producto y detectar causas de problemas en todo el proceso.
En quinto lugar, necesitamos establecer los parámetros mínimos de control de calidad. De no ser verificados, implicarían un riesgo sanitario, como son la concentración de tetrahidrocannabinol, el control de metales pesados, solventes residuales y fertilizantes.
Asimismo, hacer énfasis en la descripción clara del contenido, con información completa y oportuna en el envase, evitar etiquetados atractivos, con publicidad engañosa y con cierre de seguridad.
Como parte de las acciones relativas a garantizar la seguridad de los consumidores, propongo que los suplementos alimenticios y alimentos con derivados de cannabis no psicoactiva, presente la verificación de la ausencia del tetrahidrocannabinol.
Necesitamos implementar esquemas de educación sanitaria con el fin de orientar a las y los consumidores y prevenir problemas de consumo conflictivo.
Un punto importante ligado a la prevención es la protección de los grupos vulnerables como mujeres embarazadas y menores de edad, sí, menores de edad.
Dado que la madurez cerebral culmina aproximadamente a los 23 años, considero conveniente incrementar la edad mínima de consumo para que la exposición a cannabis resulte en un menor problema de salud.
Se necesitan crear productos con calidad, superior a la del mercado ilegal, manteniendo precios competitivos y asegurando que se puedan obtener productos seguros y legales, además de promover que los impuestos aplicados a los productos se destinen a programas de atención y prevención de adicciones.
Y, por último, necesitamos incentivar la investigación farmacéutica, médica y clínica en torno al cannabis, lo que permitirá evaluar los efectos benéficos y perjudiciales a corto, mediano y largo plazos, independientemente de los estudios de cohorte, para conocer los efectos de la despenalización en los próximos años.
Como corolario, me permito concluir mencionando que necesitamos un modelo de regulación responsable y adecuado a la realidad mexicana.
Se necesita proteger la salud de las personas frente a un producto psicoactivo, respetar la autonomía de las personas, proveer la información basada en la evidencia sobre etiquetado y condiciones de consumo, proteger de riesgo a la población más vulnerable: niños, niñas, jóvenes y mujeres embarazadas.
Establecer la venta de cannabis como un servicio socialmente responsable y, sobre todo, facilitar programas de rehabilitación y tratamiento para toda aquella persona que lo solicite.
Esta es nuestra tarea. El mayor reto al que nos enfrentamos es el de equilibrar el enfoque de salud pública con los intereses comerciales.
Muchas gracias.
SENADOR MIGUEL ÁNGEL NAVARRO QUINTERO: Muchas gracias doctor Jorge Alcocer Varela, secretario de Salud de México.
Daríamos paso a la participación de las senadoras y senadores.
SENADOR RICARDO MONREAL: Antes, antes, doctor, perdóneme. Como es costumbre, nos van a dejar solos los medios porque es un tema delicado y le pediría a la Secretaria de Gobernación y al doctor Alcocer, que nos envíen sus presentaciones para que los subamos al chat del grupo y lo podamos consultar. Me parecen muy importantes las dos intervenciones y las láminas. Aquí está ya una, para subirlos al chat, por favor.