
Muchas gracias presidenta, compañeras senadoras, compañeros senadores, niñas y niños de México. Cada 30 de abril México se llena de sonrisas, colores y esperanza.
Nuestras niñas, porque celebramos lo más valioso que tenemos, nuestras niñas y nuestros niños.
Hoy recordamos con orgullo que hace 101 años el presidente Álvaro Obregón y el visionario José Vasconcelos decidieron dedicar esta fecha a la infancia mexicana, tras adoptar la declaración de Ginebra sobre los derechos del niño. No fue sólo un acto administrativo, fue un compromiso profundo con el futuro.
Fue México diciendo con claridad, la infancia importa y merece ser protegida, amada y escuchada.
Hoy, un siglo después, no sólo festejamos un aniversario, celebramos la fuerza, la alegría y la ternura que los niños y las niñas traen a nuestra vida como sociedad.
De la misma manera sabemos que la niñez no necesita compasión, sino justicia.
No anhela dádivas, sino derechos.
No espera promesas, exige acciones concretas.
Sabemos que lo que se vive en la infancia marca la vida entera.
Por eso es fundamental brindar a cada niña y cada niño lo necesario para que sueñen en grande y lleguen lejos. Que puedan jugar, aprender, ser cuidados y crecer con alegría, con salud y libertad. Que tengan la oportunidad de descubrir quiénes son sin miedo, sin violencia, sin desigualdad.
Sin embargo, también reconocemos con tristeza que muchas infancias en nuestro país aún enfrentan desafíos enormes. Niños que trabajan cuando deberían estar jugando, que cuidan cuando deberían ser cuidados, que callan porque nadie los escucha. Y eso, además de ser una injusticia, es una herida que no podemos ignorar.
Este día no es sólo una celebración, es una oportunidad para mirar con responsabilidad el país que estamos construyendo. Porque hablar de las infancias es hablar de nuestra patria en su forma más genuina y frágil. Como legisladoras y legisladores sabemos que los derechos de las niñas y los niños están escritos en la ley, pero aún no llegan a todas las casas, a todas las escuelas, a todos los corazones.
Por ello, debemos poner al frente de nuestra agenda legislativa una verdadera perspectiva de infancia, que escuche, que proteja y priorice sus voces y sus necesidades.
Como madre de un niño de seis años, este día me toca profundamente, porque sé que proteger a un niño hoy es construir un México mejor para mañana. Cada política pública que ponemos en marcha, cada ley que aprobamos con perspectiva de niñez, es una semilla de justicia y de transformación.
El Día de la Niña y el Niño no es sólo una fecha en el calendario, es un recordatorio de que quienes todavía no votan, también tienen voz, sueños y derechos. Nos miran, nos escuchan y lo más importante, confían en que no les vamos a fallar. Unámonos a esta fiesta con corazón y compromiso, porque donde se cuida una infancia, florece todo un país.
¡Que vivan las niñas y los niños de México! Muchísimas gracias. Es cuanto, Presidenta, que tengan un gran día.